Friday, April 30, 2010

Las “huellas digitales” nucleares

21-04-2010

Es maravilloso que las 47 naciones que participaron en la cumbre nuclear de la semana pasada en Washington prometieran salvaguardar sus materiales nucleares para que los terroristas no puedan atacar Times Square (por decir algo) o estallar una bomba sucia en el subte de Tokio. Después de todo, Barack Obama dijo: “Sabemos que organizaciones como Al Qaeda… tratan de conseguir un arma nuclear” y hay “mucho material nuclear rodando por el mundo”; por lo que los países tienen que “empezar a controlarlo”.

Pero cualquiera puede sufrir un robo aunque se encierre con llave y por ello, para evitar que las armas nucleares caigan en manos de terroristas, el mundo necesita encontrar un sucesor para el poder disuasivo de la destrucción mutua asegurada que sirvió durante la Guerra Fría, cuando un ataque nuclear habría precipitado el envío inmediato de un misil en respuesta.

Hoy, el sucesor debe ser la ciencia forense nuclear con imputación: la ciencia para identificar el origen del material nuclear a partir de sus propiedades químicas e isotópicas. “Si pudiéramos detectar el origen del material nuclear usado en un ataque terrorista, los países reforzarían la seguridad de sus instalaciones nucleares”, afirma Benn Tannenbaum, de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS, por sus siglas en inglés). En otras palabras, si un régimen hostil percibe que EE. UU. tiene una capacidad de imputación nuclear eficaz, no se sentiría tentado a ayudar a los terroristas a conseguir material nuclear (hay al menos 40 países con suficiente uranio enriquecido para construir una bomba atómica rudimentaria, y 13 tienen el plutonio necesario con calidad de reactor).

Washington nunca se destacó en la promoción de la causa de la imputación nuclear, ni siquiera en su territorio. Un análisis implementado en 2008 por los físicos y químicos nucleares de la Sociedad Estadounidense de Física y la AAAS concluyó que EE. UU. tiene muy pocos expertos (unos 50) en imputación nuclear, y que muchos de ellos están a punto de jubilarse. Los programas de capacitación para los 35 nuevos doctores (como mínimo) necesarios para seguir trabajando durante la próxima década son “inadecuados y carecen de fondos”, previno el informe; en tanto, el equipo requerido para analizar los escombros de una detonación se encuentra “por debajo de los estándares más modernos y eficaces”, adoptados por naciones como Japón y Francia.

Un anteproyecto de ley presentado en 2008 fue despojado de US$ 4 millones de su presupuesto para capacitación de expertos. Ni siquiera la Ley de Ciencia Forense e Imputación Nuclear, firmada en febrero por el presidente Obama, “cuenta con el dinero” necesario para remediar la escasez de equipos y experiencia, asegura Tannenbaum.

Esto es un absurdo imperdonable, porque la ciencia forense nuclear tuvo importantes adelantos. Los materiales nucleares poseen propiedades atómicas y químicas que pueden sobrevivir la detonación y “sirven como marcadores inequívocos... de sus fuentes, procesos de producción y rutas de tránsito”, indicó Michael Kristo, del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, durante un taller estadounidense-ruso sobre seguridad nuclear. El uranio presenta una “firma” particular que depende de dónde se procesó, y el tipo de reactor usado en la producción de plutonio para armamento tiene una reveladora proporción de isótopos. La fracción de partículas de distinto tamaño encontradas en el polvo de óxido de uranio puede indicar qué proceso de conversión de uranio se utilizó y dónde. Las dimensiones de los gránulos de combustible nuclear son específicos de cada fabricante: como la proporción de oxígeno-18:oxígeno-16 varía de región en región, sirve para identificar dónde se produjo los gránulos de combustible. El polen y las esporas pueden indicar la ruta que siguió el armamento (aunque sólo si resulta interceptado, pues, de estallar, se incineran estas pistas).

Pero las técnicas actuales no permiten rastrear del todo la fuente de los materiales nucleares. Eso, advirtió Kristo, refuerza la necesidad de descubrir “nuevas ‘firmas’… del material que puedan revelar a su creador”.

Lo que más se necesita, en todo caso, es una biblioteca completa de muestras nucleares, ya que sólo cuando se haya integrado una base de datos con los isótopos de uranio o plutonio será posible vincular las impurezas residuales y la variedad molecular del uranio o plutonio con los reactores y las instalaciones de producción de combustible de fuentes específicas. EE. UU., el Reino Unido y Francia están de acuerdo en la necesidad de una biblioteca nuclear; China sostuvo “discretas conversaciones” para la cooperación (según informes de un físico anónimo); y la cumbre nuclear resaltó la urgencia de las bibliotecas nacionales, pero todo esto dista mucho de la formación de la biblioteca global, que Rusia y otros países europeos rechazan (gran parte de la información procedería de fuentes comerciales, que la consideran secreto industrial).

El mundo perdería una oportunidad única si unos cuantos insisten en negarse al desarrollo de una biblioteca nuclear global, pues ni siquiera las huellas de ADN sirven para identificar a un asesino cuando no hay muestras con las cuales compararlas.

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